Al fin.

Me tengo a mí misma dentro de mí, tengo toda la vida para ir buscándome y ya he encontrado mi principio.
No me hagáis creer que necesito a alguien más para ser feliz porque ya no me lo creeré.

Polillas en el cerebro

De un día para otro llegaron las polillas.
De un día para otro pusieron lo único que creía tener seguro patas arriba.
No se van, pero ni siquiera sé si quiero que se vayan, después de tanto tiempo con todo inerte o agonizante como mucho,  quizás hasta me alegro de que revolotéen en mi cabeza.
No lo sé.
Yo no las puedo echar,  y quien podría hacerlo ni conoce ni tiene interés en su capacidad.
Así que bah... dejémoslas vivir un poco más, al fin y al cabo, no son mariposas en el estómago,  pero si polillas en el cerebro.

¡Quiero vivir!

El tiempo sigue pasando: muy rápido en el mundo de fuera, y casi imperceptiblemente dentro de mí.

Todo sigue igual. Todo lleva siendo igual lo que parece una eternidad, o a veces un segundo.

Siento que estoy desperdiciándolo todo, y que me voy a arrepentir.
¿Pero qué hago?

¿Qué hago si por más que intento vivir apenas consigo mantenerme respirando?

No sé qué me estoy haciendo,  o qué me he hecho, pero no puedo más. ¿Hay vuelta atrás?

¡Quiero vivir!

Pasado y futuro me matan
mientras desperdicio el presente.
Quiero ir hacia atrás o hacia delante,
el ahora duele mucho desde hace meses.

A ver.

A ver cómo le explico a mi cuerpo que esta noche tampoco estás,
a ver cómo convenzo a mi corazón para aguantar una noche más a solas conmigo.


A ver, a ver, a ver cómo soporto echarte tanto de menos y no hacer nada,
a ver como consigo que mis ojos no se me escapen, muertos de ganas de verte.